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El cervuno (nardus stricta), es la gramínea más característica de la alta montaña de los Montes de Valsaín. Se trata de un césped bajito (entre 3 y 8 cm de longitud), propio de los terrenos húmedos y silíceos. Es una planta dura, que solo suele ser bien consumida por el ganado sólo en los brotes primaverales. Genera además una cantidad grande de humus que es aprovechado por otras plantas que allí se pueden encontrar. En cuanto a las turberas, se trata de terrenos que suelen encharcarse, debido a que presentan superficie impermeable a poca profundidad del suelo y suelen estar en sitios planos que favorecen dicho encharcamiento. En ellos el aporte de materia vegetal en forma de restos se realiza a mayor velocidad que la descomposición de dichos restos, creándose así la turba. Además al pisar sobre ellos el suelo se hunde o tiembla, así son conocidos en la zona como trampales, tremedales, paulares o tollas. Las turberas son medios ecológicamente muy interesantes ya que debido a la escasez de oxígeno en sus aguas, propiciada por la falta de movimiento de estas, y su extremada acidez, pues se suelen formar en zonas de gneises, granitos o esquistos, hacen que las bacterias que descomponen los restos vegetales y que necesitan oxígeno para vivir sean muy escasas y por tanto continúa el aporte de turba que funciona como una esponja. Así en este medio tan hostil, pues es un terreno prácticamente sin nitratos, son pocas las plantas que pueden sobrevivir, sólo los sfagnos, algunos juncos, brezos y las plantas carnívoras (drosera rotundifolia, pinguicula grandiflora y utricularia minor), que combaten la falta de nitrógeno con la captura de insectos que les aportan este elemento fundamental para la vida vegetal.
Los mejores muestras de cervunales y turberas en los Montes de Valsaín, las encontramos al pie del Peñalara en las majadas, Majada Aranguez y Majada Hambrienta. |
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Después de una larga y empinada caminata que pone a prueba mi corazón, y después de atravesar el pinar, los últimos pinos enjutos y retorcidos, me informan que su hábitat se está terminando, estamos en Mayo, la primavera en las zonas bajas está en pleno esplendor pero aquí está dando sus primeros pasos. En lo alto de un pequeño pino, de porte piramidal veo posado un cernícalo vulgar (falco tinnunculus), que al verme levanta el vuelo. Suelen ser habituales de estas zonas planas y de altura algunas de estas aves. En lo alto de una piedra, canta una alondra común (alauda arvensis), que a diferencia de otros congéneres se anima en pequeñas cantidades a ocupar estos ambientes. Tan sólo unos minutos de observación de la alondra, me llevan hacia otro sonido característicode estas alturas, es un “tsii” fuerte y agudo, se trata de un acentor común (prunella modularis), ave típica de los enebrales y piornales y que veré posteriormente en multitud de ocasiones durante mi camino. Este se encuentra ahora muy visible en lo alto de un enebro, luego cuando pase la época de celo, gustará más de perderse en la espesura del piornal que en dejarse ver abiertamente. Voy acercándome a una zona rocosa y allí veo el primer colirrojo tizón (phoenicurus ochruros) de la jornada. Se trata de un bonito macho que sube y baja su cuerpo nervioso, al momento localizo a la hembra posada sobre un piorno cercano. Algo se mueve en los céspedes cercanos a una turbera, se trata de un precioso ejemplar de bisbita campestre (anthus campestris), es un ave confiado que nos permite un buen acercamiento. Su pecho crema libre de barreado y sus patas rosadas impiden confundirlo con otro ave. Lo sigo observando hasta que decide que ya ha tenido bastante de mi presencia y lo pierdo en un vuelo ondulado típico de este género. Atravieso un arroyo de montaña, frío y con buen caudal en esta época, que se precipita montaña abajo a través de unas rocas y es aquí cuando observo a una de las joyas de los Montes de Valsaín, un ave escasísimo y variable, que en lo alto de un pequeño pino, me deja observarlo a placer. Se trata de un acentor alpino (prunella collaris). Observo su mayor tamaño con respecto al común y su banda oscura con manchitas blancas y el pardo rojizo de sus flancos. Consciente de observar una de las aves más difíciles de ver en estos montes, trato de memorizar cada rasgo de su plumaje, cada matiz de su comportamiento, hasta que el acentor vuela sobre mí perdiéndole para no volver a encontrarle a pesar de mis esfuerzos. Toda la dureza de la subida ha sido ahora bien recompensada.
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Un bandito de pardillos (carduelis cannabina), me sorprende, pues no esperaba verlo en zonas tan altas, sin embargo, se posan algunos entre las rocas de un canchal y otros sobre los palos aún levantados de las gencianas. Los observo durante un rato cómo buscan comida. Cuando dos zorzales charlos (turdus viscivorus), reclaman sobrevolándome “zrrrr zrrrrr”, los pierdo volando sobre los primeros pinos y allí dan un quiebro y se pierden sobre el dosel de pinos de las cotas más bajas. Observo en el suelo junto a la orilla de un lavajo un par de ejemplares que en un principio me parecen pardillos, pero un acercamiento, me confirma la presencia de los verderones serranos (carduelis citrinella), no suelen ser estas fechas las mejores para verlos en el monte, por eso me alegra mucho la observación. Es un ave de tonos modestos, pero de un reclamo precioso, que no me canso de ver hasta que finalmente levantan el vuelo. Miro mi reloj y este me devuelve las 2 de la tarde, había salido todavía de noche y aún así se me ha hecho tarde. Una llamada al móvil, que no llego a comer, que me he liado, al otro lado comprensivas palabras. Gracias Marta, gracias por tanta comprensión. Cuando empiezo a descender un escribano montesino (emberiza cia), parece decirme adiós. La primavera ha empezado en la turbera, pronto volveré para fotografiar sus plantas. Espero que entonces mi forma física haya mejorado.
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