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Los Montes de Valsaín son atravesados por 3 cursos de agua principales, el río Eresma, que lleva en este tramo el nombre de Valsaín, el río Acebeda y el Río Peces del que tan sólo toma la cabecera. Es evidente que el río principal que conforma el valle mayor y que recibe la mayoría de aportes de las altas montañas es el Eresma. No obstante existen numerosos arroyos que lo alimentan especialmente los de la vertiente este, que bajan de las grandes cumbres, así arroyos como el de Peñalara, de la Chorranca o del Rastrillo, aunque bastante estacionales pueden llevar gran cantidad de agua durante el deshielo. Otra comunidad de reciente formación, es la del embalse del Pontón Alto, es un embalse que en los últimos años se ha llegado casi a agotar durante el final de verano y principio del otoño. Estas fluctuaciones tan grandes en su nivel hacen que quede a su alrededor una gran zona muerta y no se establezca una verdadera vegetación de ribera que ayudaría a la cría de numerosas especies asociadas al agua. No obstante, solía presentar durante la época de invernada una buena cantidad de patos de diferentes especies. |
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Comienzo la mañana otoñal en el Embalse del Pontón, acaba de amanecer y las aguas se presentan quietas por la ausencia de viento. No muy lejos de donde yo estoy veo un pequeño ave nadando en las frías aguas, se zambulle y en 15 segundos eternos deja de aparecer hasta que emerge dando un saltito varias decenas de metros a la derecha de donde se hundió. Se trata de un zampullín chico (tachybaptus ruficollis), un ave acuática que suele pasar el invierno en el embalse hasta que con los primeros compases de la primavera se aleja hacia lugares donde pueda criar en lo más profundo de la vegetación acuática de juncos, carrizos y eneas. Lo observo zambullirse una y otra vez y a lo lejos observo también otro ave blanca de mayor tamaño con un comportamiento similar. Me siento entre las jaras de la orilla y puedo observar como el ave grande, se va acercando hacia donde estoy yo, sumergiéndose una y otra vez para volver a salir con ímpetu a los pocos segundos. Se trata de un somormujo lavanco (podiceps cristatus), un ave del que en el invierno destaca su pecho blanco y su pico rosado, también nos abandonará en la época de celo, pero sabemos que varios ejemplares de la especie nos acompañan en el embalse durante el invierno. Continúo mirando por los prismáticos al somormujo cuando una mancha negra se atraviesa a gran velocidad por ellos, los alejo de mi cara y puedo comprobar un cormorán grande (phalacrocorax carbo), que con aleteos continuados y vuelo bajo va atravesando el embalse hasta que frena y se detiene en el agua. Entonces puedo ver como nada más sumergido que sus compañeros anteriores. En un momento dado también se zambulle y le veo aparecer con un pez mediano en su pico. Se trata de una perca sol, una especie foránea que algún irresponsable soltó en el embalse y hoy medra allí bien en detrimento de nuestras especies autóctonas. El ave coloca el pez cabeza abajo y lo engulle sin contemplaciones. Se trata de un ejemplar inmaduro porque presenta todavía buena mancha blanca bajo el vientre y un color pardusco en el dorso. En el embalse durante el invierno existe una pequeña colonia, que utiliza como posadero un gran árbol y que alegra nuestra visión ante la atenta mirada de algún que otro pescador que le acusa de quitarle la pesca, sin ningún tipo de escrúpulos. Creemos que se trata de un ave en expansión que aparece ya en buena parte de los embalses de interior llegando incluso a criar desde hace pocos años en algunos de ellos (no es el caso del embalse del Pontón, donde su uso recreativo espanta a las aves durante la época de cría). A mi izquierda y atravesando por debajo del puente sobre el cual se situa la carretera, veo un pequeño grupo de patos que avanzan lentamente, puedo contar varios ánades azulones (anas platyrhynchos), veo algunos ejemplares machos con su característica cabeza verde y otros ejemplares hembras, que distingo por su mancha azul y sus colores pardos. Aunque son patos no tan confiados como los de los parques observo que en el embalse no son tan desconfiados como otros patos que he encontrado en el río Moros o incluso en otras lagunas temporales. Aunque en un principio me parecieron todos de la misma especie, veo que algunos son más rechonchos, con el pico más grande y oscuro y el pecho blanquecino, se trata de dos machos de cuchara común o pato cuchara (anas clypeata). De repente otro pequeño bando que viene volando de la otra parte de la lámina de agua y que se posa junto al grupo que observo contiene algún ejemplar de cuchara, entre ellos tres hembras que distingo perfectamente de las hembras de ánade real, por su cuello más corto y su gran pico. Además en el grupo viene un conjunto de 5 ó 6 patos de menor tamaño y preciosos colores. Se trata de cercetas comunes (anas crecca). Su pequeño tamaño, su pico estrecho y la banda verde sobre la cabeza parda, así como su cuerpo gris moteado, hace inconfundible a los machos de esta especie. Estoy un buen rato observando estas últimas dos especies, que es probable que pasen con nosotros unos días, para marcharse a otros humedales más propicios pues sabemos que ninguno de estos patos a excepción de los ánades reales se queda en el Pontón todo el invierno. Pasados unos minutos de observación todo el grupo echa a volar hacia las matas, girando bruscamente y al unísono para lanzarse al otro lado de la carretera donde los pierdo de vista. El culpable de la estampida, es un perro labrador blanquecino, que pesadamente avanza por la orilla ladrando a las aves que huyen. Su dueño no hace ademán siquiera de llamarle la atención, pero se muestra comprensivo cuando le reprendo la acción y le digo que debe tener más cuidado.
Sabemos que durante el tiempo de paso otras aves pueden ser vistas, aves como el ánade friso (anas strepera), el silbón europeo (anas penelope), el ánade rabudo (anas acuta), el porrón europeo (aythya ferina) e incluso algún ánsar común (anser anser) despistado. Se han dejado ver algunos inviernos en el pontón amén de otras aves mucho más infrecuentes, pero en el día de hoy sólo las tres especies de patos han sido detectadas.
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Continúo por la orilla del pantano pensando en estas especies cuando observo muy cerca del agua buscando entre las arenas de la amplia zona sin vegetación que ha quedado por el descenso de agua, un par de pequeños pajarillos de colores pardos y larga cola. Observados por los prismáticos veo que se trata de dos bisbitas pratenses o comunes (anthus pratensis), acierto a ver el pecho moteado de uno de los ejemplares, su bigotera color crema, su pico fino y claro en la base y sus patitas largas y anaranjadas. Es común ver estas aves durante el otoño acercarse por estas zonas, lo cual siempre me sirve de entrenamiento para este difícil grupo de aves que son los bisbitas. Prácticamente a su lado había permanecido camuflado otro ave muy diferente en estructura y apenas un poquito más grande que los bisbitas. Se trata de un andarríos chico (actitis hypoleucos), su pequeño tamaño y la mancha blanca que sube por delante del ala y su movimiento basculando el cuerpo lo hacen inconfundible. El andarríos chico pertenece al grupo de los limícolos, un grupo difícil pues presenta variabilidad de plumajes y formas, pero que en Valsaín, salvo rarezas, solamente está representado por éste, alguna agachadiza en los prados y alguna chocha perdiz en los jarales. Las bisbitas levantan el vuelo haciendo un “tsip tisp tisp” y veo en vuelo los franjas blancas a los lados de la cola. El andarríos se mantiene moviéndose por la orilla, pero nuevas especies me desvían su atención y acabo perdiéndolo. La especie que consigue que aleje mi atención del limícolo, es una gaviota. No es frecuente que en el embalse haya gaviotas de continuo, pero algunos días, si se pueden ver gaviotas reidoras (chroicocephalus ridibundus). Esta especie de gaviotas junto con las sombrías y alguna patiamarilla son las más proclives a ocupar masas de agua de interior. En concreto se trata de dos ejemplares adultos por su plumaje blanco con la punta de las alas más oscuro, la mancha oscura a la altura del tímpano y ese precioso pico rojo brillante. Las gaviotas presentan varios plumajes hasta alcanzar el de adulto y una vez alcanzado este tienen variaciones según sea plumaje de invierno o de cría, lo que hace parecer incluso especies diferentes para el profano. Estas gaviotas vuelan de manera pausada sobre la lámina de agua, dan la vuelta en la cola del embalse y se vuelven a perder al otro lado de la carretera. Sigo avanzando por una zona más escabrosa que me hace ascender hasta un pequeño jaral y en el observo un pequeño ave que se mueve entre las jaras a saltitos. Una detenida observación me lleva a la identificación de la especie. Se trata de una curruca rabilarga (sylvia undata), que busca el alimento entre los tallos de las jaras estepas y los zarzales y que con la cola larga y levantada, pocas veces permite una buena contemplación. Un grupo de mitos (aegithalos caudatus), me hace volver la vista hacia unos melojos. Como si yo no estuviera allí me sobrevuelan sin temor volando de rama en rama y buscando entre las yemas de los robles. Emiten un agudo sii sii sii, de contacto entre ellos y no tardan en reagruparse en irse hacia una zona más boscosa. Un mirlo común (turdus merula), corretea por el suelo entre las hojas de roble haciendo un gran ruido. Dobla corriendo una zarza y le veo perderse con vuelo bajo. Es entonces cuando una flecha azul metálica acompañada de un agudo sonido, atraviesa el embalse en dirección a las rocas que tengo enfrente de mí. Es una de las aves más hermosas que se pueden ver en estos bosques, se trata del martín pescador (alcedo atthis), su hermoso azul eléctrico acompañado del naranja de su pecho no deja lugar a confusiones. El martín pescador tan sólo lo vemos en los Montes de Valsaín en esta época pues prefiere las zonas más bajas de corrientes más lentas, pero durante los pasos es posible verlo (incluso varios ejemplares a la vez) en el embalse y en la parte del río que desemboca en él. Sin embargo, esta vez la observación no es buena pues se halla muy alejado pero su visión me llena de alegría. Sigo recorriendo la orilla y estoy llegando a la zona de la cola del embalse, donde veo en las ramas más bajas de un rebollo un pequeño mosquitero común (phylloscopus collybita), que colgado boca arriba, picotea en un nudo de la rama con insistencia. Algunos pinos de buen porte se entremezclan ahora con los melojos, los sauces y algún fresno. Es entonces cuando subido a una piedra veo otra de las aves características de los cursos de los ríos de estos montes. Se trata de un mirlo acuático (cinclus cinclus), que se tira al agua para bucear contra corriente y pescar algunos invertebrados. Su plumaje pardo brillante y su mancha blanca en el pecho ayudan a identificarlo con claridad. En otra pequeña piedra del cauce una lavandera blanca (motacilla alba), menea su cola de arriba a abajo, como queriendo impresionar al mirlo acuático. Me acerco un poco más para mejorar mi observación y el mirlo acuático, ave bastante desconfiada, enseguida echa a volar como una flecha a escaso medio metro del agua siguiendo el cauce del río aguas arriba. La lavandera hace lo propio, pero se para en una piedra unos metros más arriba. Una decena de metros, y dos petirrojos (erithacus rubecula) detrás, encuentro otro ave característico de los cursos de agua que, aunque suele verse también en el embalse ahora vemos en el cauce del río. Se trata de la garza real (ardea cinerea), una ardeida de gran tamaño, que aprovecha su pico a modo de arpón para capturar peces, anfibios y casi cualquier cosa que se ponga a tiro. La garza real es un ave desconfiada que en cuanto me ve levanta el vuelo, con un desagradable grito "graank", para posarse en la rama de un alto pino, donde me ve pasar sin inmutarse. Voy acercándome a una zona donde el río se estrecha y sus aguas se precipitan rápidas y en una de esas piedras veo otro ave de larga cola, y bonitos colores amarillentos, es una lavandera cascadeña (motacilla cinerea), como su prima la blanca levanta el cuerpo arriba y abajo nerviosa. Entre una bardaguera de la orilla contraria veo moverse un chochín (troglodytes troglodytes), buscando el alimento entre las ramillas. Pronto me doy la vuelta y prosigo mi camino por el mismo sitio por donde he venido. Tan sólo un bonito macho de curruca capirotada (sylvia atricapilla), que se mueve por las ramitas más cercanas a la orilla de un fresno, aumenta el número de especies. Otra vez el mirlo acuático, las lavanderas y otro martín pescador me hacen entretenido el camino. Subo al automóvil con resignación dejando el paraíso cercano y por la ventanilla al otro lado del embalse acierto a ver un pequeño bando de avefrías (vanellus vanellus), que parecen decirnos que muy pronto el invierno llegará y quizá el agua del pantano acabará por congelarse, como ha ocurrido otros años, y quizá con un poco de suerte volveré a observar al zorro torpe caminar sobre el hielo. |
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